lunes, 7 de mayo de 2012

BODA TRADICIONAL (II)

LA COSTUMBRE DE RECORRER EL PUEBLO

En la vida tradicional cogezana la costumbre de correr el pueblo es una constante ligada a los acontecimientos más emblemáticos del calendario sacramental de sus vecinos.

Realmente parece tratarse de un acto de cohesión social en el que todos los vecinos se hacen partícipes del futuro del individuo que protagoniza este acto. Y no sólo está relacionado con la Primera Comunión o el sacramento del Matrimonio, sino que se establece en fechas señaladas para correr la rosquilla, etc.

Tras la fiesta religiosa, correr el pueblo significaba un recorrido efectivo de los niños o los novios para recoger regalos en forma de dinero o/y objetos.

En el caso de las bodas, el que ahora nos interesa, los novios, tras la ceremonia en la iglesia y en comitiva junto a familiares y amigos, acompañados por los músicos o por la panda de amigos, vecinos y primos que iban cantando, avisaban de su paso por cada una de las calles y plazas, al que salían todos los vecinos del pueblo ofreciendo su colaboración para esta nueva vida.

Hacia los 50 y 60 del siglo XX , nos cuenta Consuelo Velasco Arribas, era bastante frecuente que el donativo general fuera algo de dinero, pero entre los más allegados podían regalarse vasos, orinales, palanganas, etc. que contribuían a aumentar el magro ajuar de muchos de aquellos novios, que no de todos.

Así el colectivo social rural se retroalimentaba de la colaboración de toda la comunidad participando de estos eventos lo que pone de manifiesto lo que aún hoy en día seguimos practicando: que las bodas no son sólo un acto familiar o vecinal, sino un acto de convocatoria social en el que puede participar, de una forma o de otra, todo el grupo local.

Por supuesto, esta costumbre de correr el pueblo llevaba su tiempo y suponía que la comida se hiciera tarde, pero estaba asumido que así fuera. Las cocineras, con la señora Catalina ( la madre de Teódula García), a la cabeza en muchísimas de aquellas celebraciones, ya calculaban a ese efecto.

La costumbre se ha mantenido hasta hace unos 30 años, siendo estas fotografías de la boda de José María Sacristan y de Rosa Aragón, el testimonio de la última vez que los novios corrieron el pueblo.




Consuelo Escribano Velasco
Fotografías propiedad de: José María Sacristán

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