Para algunos, este será un tema que parece desfasado, para otros algo que únicamente queda en la memoria y de lo que únicamente los estudiosos se pueden dedicar. Pero, tras sacar varias conclusiones, este elemento que custodiaba el Cuerpo de Cristo durante la noche del Jueves al Viernes Santo, fue el centro de movimiento de grupos sociales que acudían a la guardia que en torno a él se hacía. Por ello, era el único punto de luz en las parroquias, y también un elemento que creaba competitividad entre ellas, ya hablemos de ciudad o de conjuntos de pueblos. Tal es así, que el movimiento de estos grupos de personas: ya sean barrios, gremios, asociaciones públicas o cofradías, empezaron a acudir en cierto orden a la adoración de este elemento. De esta forma aparecieron las procesiones de Jueves Santo, que en medio de la penitencia pública que algunos hacían, otros, acudían en orden a hacer estación a la iglesia mayor de cada lugar.
En Cogeces, además del recuerdo de muchas personas, que rememoran siempre la cantidad de velas y flores que se ofrecían y el carácter monumental de este elemento que se colocaba en el centro de la iglesia, nos quedó escrito el testimonio de Teodosio Arribas en sus escritos sobre las celebraciones de Semana Santa... el monumento que describe acabó desmontado y desaparecido para siempre, ya que actualmente estos elementos no tienen uso y están fuera de contexto. No obstante, su lectura nos evoca la emoción con la que se vivían los días de la Semana Santa y sobre todo la participación del pueblo en estos actos, que tienen una base religiosa pero que su entorno es totalmente social.
Os dejamos la descripción que se hace del monumento de Jueves Santo que se colocaba en al iglesia parroquial de la Asunción, que ya publicamos junto con todas las reflexiones el año pasado.
"Martes y Miércoles Santo se ponía el monumento. Este emblema del Cenáculo para Cogeces siempre fue una preciosa maravilla y un lugar de respeto y acendrada devoción. Ante él se han postrado ricos y pobres, altos y bajos, grandes y pequeños, ancianos y niños, buenos y malos, porque también los malos en Semana Santa tienen actos de contrición. Ante el Monumento se ha derretido mucha cera, ha lucido mucho aceite, se han quemado cirios, se ha rezado mucho. Para mi pueblo, repito, el Monumento constituyó un poema de amor: en él ha sido expuesto el Santísimo y eso basta. En cuanto a la forma y piezas que lo integraban, algún día fue la admiración de todos; hoy el deterioro y la polilla han desfigurado su primitiva solidez y colorido, de tal forma, que desde el año 1951 hemos tenido que prescindir de él y sustituirle provisionalmente por otro que se basa en unas sábanas y colchas. Dicho monumento antiguo poseía doce escaleras en cuyo fondo verde y encarnado y con letras bien legibles se leía en latín las palabras de San Pablo: "Cristo se hizo hombre y obediente hasta la muerte y una muerte de cruz". Al uno y al otro lado de las escaleras había una barandilla color verde con una balaustrada torneada que servía para colocar velas o luces al Santísimo. Arriba, en las mencionadas escaleras, se apoyaba un arco de madera de color rosa y al remate del arco descansaba la Santa Faz, vulgarmente llamada la Cara de Dios o Divino Rostro con los atributos de la Pasión: escaleras, tenazas, martillo, esponja y corona de espinas, todo ello sobre una sábana blanca, símbolo de la Sábana Santa de la Verónica. En el centro del Monumento, sobre un sólido y grueso tablero, una mesa sobre la que se posaba la custodia dorada, donde se encerraba el Divino Prisionero expuesto a la veneración pública. Era cerrada la custodia con llave de oro y sobre ella, se colocaban las tres varas de la justicia, donde permanecían hasta el día de Pascua, en cuyo ofertorio de la misa, el sacerdote las distribuía entre la misma justicia.
Ambos laterales se veían rematados por dos lienzos de pincel desconocido, tamaño dos metros de alto por metro y medio de ancho. Figuraba en uno, el Ecce Homo, o sea, Jesús y Pilatos ante el balcón en el momento de ser expuesto a Barrabás; y en el otro, la flagelación o el Señor atado a la columna. Por fin, otros dos lienzos representaban en tamaño natural dos soldados de la guardia romana, vestidos a la usanza, con espada y lanza en actitud de guardar el sepulcro del Señor.
Tales eran las piezas que constituían el antiguo Monumento, que tantos recuerdos nos dejó, porque ya no lo volveremos a ver puesto. Las horas divinas de los tres días del Jueves, Viernes, Sábado Santo.
Para conocer más sobre este elemento:
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