lunes, 20 de enero de 2014

La escultura de San Sebastián de Pedro de Bolduque y su modelo

Muchos pueblos tienen sus iglesias decoradas con varios retablos que se dedican a las advocaciones más populares relacionadas sobre todo con la protección a los miembros de una determinada comunidad, por ello en nuestra parroquia de Cogeces, excepto el retablo mayor, el resto de ellos tienen en sus hornacinas tallas que representan a los santos que más arraigo tienen en el momento en que se realizan, en nuestro caso a día de hoy se conservan los retablos del Santo Cristo, el de San Roque y el de la Virgen del Rosario, que es del que vamos a tratar en este caso. Antiguamente había muchos más, como el de la Virgen del Pilar o otros de cofradías o que atendían también a devociones particulares.

Pedro de Bolduque
San Sebastián, h. 1595
Retablo de Ntra. Sra. del Rosario
Cogeces del Monte


Este retablo de Nuestra Señora del Rosario se atribuye a Pedro de Bolduque y sus seguidores cuellaranos, que realizaron numerosos retablos para la comunidad de Villa y Tierra de Cuéllar desde finales del siglo XVI y principios del siglo XVII, especialmente Roque Muñoz y Pedro de Santoyo que son los discípulos directos que trabajan en esta zona, el policromador fue un religioso segoviano llamado Alonso de Herrera. En el primer libro de fábrica que se conserva oficialmente procedente de la parroquia de Cogeces del Monte, aparece documentado en el año 1612 en que se solicita la labor de pintura y dorado del llamado retablo de Nuestra Señora del Rosario y San Sebastián. A la  Virgen del Rosario ya le hemos dedicado una entrada anteriormente puesto que es uno de los tipos más importantes creados por Pedro de Bolduque y que se extienden en la Villa y Tierra de Cuéllar. Sin embargo, la segunda advocación del retablo está relacionada con lo que comentábamos en el primer párrafo y es que es un santo de gran devoción popular puesto que a él se le solicita para paliar las pestes, junto con San Roque que en muchos casos comparte retablos, pinturas y numerosas escenas y también con San Antonio Abad o San Antón, puesto que son de los santos más relevantes del calendario en la segunda quincena del mes de enero en lo referente a la religiosidad popular. 

Al igual que San Roque, la tradición de San Sebastián para liberar de las plagas está relacionada con las flechas o saetas, recordemos que a San Roque le alcanzó una flecha en el muslo durante una batalla en la ciudad en la que estaba atendiendo enfermos y fue el perro Melampo el que se la curó. En cuanto al Santo mártir celebrado el 20 de enero, se refiere a un jefe de la guardia pretoriana que tras su conversión al Cristianismo, su ímpetu por convertir y su oposición a renegar de la fe, por orden del emperador fue atado a un árbol y asaeteado por sus compañeros, contando la leyenda que sobrevivió a estos flechazos ya que sus amigos no quisieron matarlo y que fue curado por una amiga suya, Santa Irene. Una vez repuesto volvió a defender su fe consiguiendo que el emperador Maximiano lo mandara azotar y definitivamente de un mazazo en la cabeza murió. Su cuerpo fue  arrojado a la Cloaca Máxima y recogido por Santa Lucinia que se encargó de que fuera enterrado en las catacumbas que a día de hoy llevan su nombre. Su devoción tuvo gran difusión durante los siglos XV y XVI en que se crearon muchas cofradías y hermandades para atender enfermos, así como capillas en los pueblos que servían como un elemento protector contra las epidemias. Pero el origen de que la cristiandad entera le haya consagrado como santo abogado contra la peste se debe a que en varias ocasiones en Italia libró de ésta a algunas ciudades en el siglo VII, especialmente a Roma, de la que es copatrón. La devoción se extendería por el norte de la Península Ibérica en época altomedieval por los caballeros francos que atravesaban los Pirineos extendiéndose a su vez por toda Europa durante los siglos de las grandes pestes. Por ello en todas las iglesias o comunidades es fácil que aparezca su representación, especialmente la escena en que aparece asaeteado ya que iconográficamente se le relaciona con el Alter Christus, (es decir el otro Cristo) él murió por defender su fe y por evangelizar como lo hizo Cristo que tras una serie de tormentos también fue colgado de un madero y en el caso de San Sebastián de un árbol. 
Juan de Juni
Maritrio de San Sebastián, 1537
Iglesia de San Francisco
Medina de Rioseco
Foto: El Día de Valladolid

Pedro de Bolduque realizó la talla de San Sebastián que preside el segundo cuerpo del retablo de la epístola en Cogeces del Monte, la cual sigue el modelo que Juan de Juni que creó para la capilla de los Almirantes de Castilla, la familia Enríquez, en la iglesia del convento de San Francisco de Medina de Rioseco. En esta iglesia hay dos altares, uno dedicado a San Jerónimo haciendo penitencia en la cueva y otra al martirio del santo que estamos tratando. Estos grupos fueron encargados en 1537 por Fadrique II Enríquez y están realizadas en barro cocido por Juan de Juni que a su vez tiene su origen de inspiración en el Laocoonte que se encuentra en los Museos Vaticanos y que le servirá de base de inspiración para numerosas tallas. El estilo escultórico de Pedro de Bolduque es puramente romanista, reinterpreta la escultura de San Sebastián de Juan de Juni despojándole de toda expresividad, basando su rostro en un rectángulo como ocurre en todas sus esculturas y aumentando su masa corpórea asimilándose a las pinturas del Juicio Final de Miguel Ángel que es la fuente de inspiración de su estilo, sin embargo la linea de serpenteo que utiliza Juan de Juni está sencillamente marcada dándole así algo de gracia a este personaje a pesar de que tiene un movimiento muy reducido, nada que ver con el Laocoonte que sería la escultura que sirve de patrón. Consigue así unas obras muy solemnes, tal vez mediocres pero que se encuentran dentro de la mentalidad de la Iglesia contrarreformista y de los preceptos del Concilio de Trento. Además tratando la relación de esta escultura con Juni, hay que señalar que Pedro de Bolduque había nacido en Medina de Rioseco y allí fue donde se formó: trabajó con Juan de Juni en el retablo de Santa María y seguramente también conoció a Juan de Anchieta y tomó también influencia de Gaspar Becerra y de Esteban Jordán, después se trasladó a Cuéllar donde contrajo matrimonio y abrió un taller, allí tomó parte de la actividad artística del momento junto con la familia de pintores de apellido Maldonado decorando con sus tallas y pinturas muchas iglesias.

Escuela de Rodas
Laocoonte y sus hijos
Museo Pío Clementino- Ciudad del Vaticano


Bibliografía

COLLAR DE CÁCERES. Fernando; “Sobre Pedro Bolduque”, Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte (U.A.M.). Vol. XI, 1999, pp. 101-128.

HERGUEDAS VELA, Miguel, "El Retablo de Nuestra Señora del Rosario de Cogeces del Monte obra de Pedro de Bolduque", Arcamadre, 11, Cogeces del Monte, Julio de 2010.

RÉAU, Louis: Iconografía del arte cristiano. Iconografía de los santos P-Z. Tomo 2/vol. 5. Trad. Daniel Alcoba. Barcelona, Ediciones del Serbal, 2002, pp. 196.

VALDIVIESO, Enrique; Catálogo Monumental de la Provincia de Valladolid, Tomo VIII, Antiguo Partido Judicial de Peñafiel, Diputación de Valladolid, 1975. pp. 59-76.

Miguel Herguedas 

2 comentarios:

  1. Interesante. Esos pequeños tesoros que hay escondidos por toda la geografía española y que, gracias a trabajos geniales como este, salen a la luz. Enhorabuena

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